¡Ay míser@s de nosotr@s, y ay, infelices!

Apurar, cielos, pretendo,
ya que nos tratan así
qué delito cometimos
contra ellos naciendo;
aunque si nacimos,
ya entendemos
qué delito hemos cometido.

Bastante causa ha tenido
su justicia y rigor;
pues el delito mayor del teatrero
es haber nacido.

Sólo quisiéramos saber
para apurar nuestros desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más les pudimos ofender
para castigarnos más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué nosotros no vamos a gozar?

Emma Álvarez León